Veo un documental sobre Richard Burton que me rompe todos los esquemas. Le tenía por un hombre pendenciero y bebedor y, en una expresión que no sé dónde he leído pero que me ha encantado, por un infame mujeriego. Fue, en efecto, bebedor pero nada más de todas las ideas que yo me había formado.
Fue el penúltimo de 13 hijos, de los que sobrevivieron 11, y que pronto quedaron huérfanos pues la madre murió al dar a luz al último de ellos. El marido y padre no supo qué hacer con tanto hijo, cosa extraña, de manera que las hermanas mayores fueron acogiendo en sus humildes hogares a los pequeños.
Richard tuvo un profesor (Philip Burton) que le alentó a estudiar y en cuya casa terminó viviendo con el fin de aliviar la carga que suponía para su hermana. Este profesor se convirtió en su tutor, le dio su apellido y le ayudó en su carrera como actor, pues Philip Burton era, además de un excelente profesor, guionista y productor de la BBC.
Richard Burton estaba dotado para la interpretación, tuvo que mejorar su inglés (hablaba galés) y estudiar y leer mucho pero era todo un talento. Esta parte de su vida, las actuaciones en Hollywood y los romances con Liz Taylor, es la que yo tenía en la cabeza. No sabía que ayudaba a todo el que lo necesitaba, que había tenido dos hijas que hablaban maravillas de él. No sabía que le gustaba la vida sencilla.
Fue nominado a los Oscar siete veces, no ganó ninguno y tampoco parece que le importara mucho. En la ceremonia de proclamación y entrega del último de ellos, Richard Burton, sentado en la butaca de pasillo de la quinta fila, se afanaba tomando notas en una libretita. La cámara le enfocaba y el periodista comentaba estará retocando su discurso… ¿Saben ustedes qué es lo que escribía? Repasaba los verbos irregulares españoles porque al día siguiente comenzaba el rodaje de una película en México. Ese era Richard Burton.
- El documental se puede ver en Netflix con el título In from the Cold? A Portrait of Richard Burton
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