«Pensó en Sophia y en las palabras que nunca le diría. Pensó en Frasham, y en palabras que definían lo que sentía debido a estos pensamientos. Pensó en el indescriptible color de la explosión y en cómo la había notado en los huesos.

Winceworth cogió la pluma plateada una vez más.

Las palabras fluían a través de él. Las etimologías se postulaban en constelaciones de ideas y conjeturas.

. abantina (f.). Inestabilidad

. paracmástico (adj.). Se aplica a aquel que busca la verdad con astutos métodos fraudulentos en una época de crisis.

Estas palabras parecían totalmente respetables: estaban construidas con raíces latinas y eran quisquillosas y floridas. Sentía una energía juguetona por no limitarse a emplear la letra S, que durante tanto tiempo había sido, para él, el comienzo de todo lo que le sucedía en su escritorio de Swansby. Recordó sus últimos dos días: la vergüenza que había pasado, lo plomizo del aburrimiento de los protocolos exigidos, todo rociado con algunos momentos importantes y cargados de energía. Notó que sus recuerdos se empezaban a organizar como se organiza un juego de palabras, o como las unidades semánticas adoptan una forma lógica. Notó que ese impulso desaparecía. Notó que nuevas palabras florecían, se combaban, lo arañaban.

. agrupción (f.). Irritación causada por el hecho de que a uno le estropeen el desenlace de una historia.

. chiflún (adj.). El desplazamiento de una polilla.

Winceworth se imaginó una vez más a la persona que descubriese sus entradas falsas, sus subrepticias ficciones.»

Eley Williams: El diccionario del mentiroso