Hay un mundo de habitaciones que se alquilan en Donosti, un bosque de nidos pequeños y oscuros. Se anuncian junto a pisos diáfanos, grandes y carísimos. Las habitaciones también son caras aunque están para alojar a los que menos tienen. Buscan y buscan y siempre hay alguien que ha llegado antes o que quizás no sea inmigrante o no necesite padrón o pase del contrato. Hay habitaciones con ventana a patio y habitaciones sin ventana, cuatro paredes, el techo y el suelo. Ni la luz del sol se ve, uno no sabe si es de día o de noche, si llueve o hace sol. Después de todo quién necesita horizontes.
Habitaciones que son como una celda de castigo, habitaciones que cuestan 450 € al mes más gastos, más dos fianzas. Esas habitaciones tienen dueños o patrones o gestores que saben que tienen algo escaso y preciado, saben que el que llama la necesita con urgencia porque no tiene dónde caerse muerto. Te dicen que sí o que no o que ya se verá, que si tienes trabajo, nómina, contrato, que para cuánto tiempo, que si vienes ahora mismo, ya, corriendo y vas y una hora después te llaman y te dicen que la habitación ya está alquilada. No sabes si la persona a la que se la han alquilado era rubia, tenía la piel más clara o no tenía acento extranjero. No lo sabes pero te lo imaginas.
Estas habitaciones están en el marco incomparable, en la ciudad que el New York Times recomienda visitar, en la de la famosa tarta de queso, una ciudad preciosa que no da abasto para esconder sus vergüenzas.
Comentarios
Tomaya!!
Esta bueno👍
La triste realidad. Si eres hombre mayor el hándicap.
Si eres pareja ya ni te digo.