«Cada sonido que emite una gallina tiene un significado. Nadie sabe si los sonidos contienen información, como nuestras palabras, o si los sonidos de una gallina provocan algún tipo de acción en el mundo. Si a primera vista ambas cosas parecen lo mismo, piensa en un grito. Un grito provoca acción sin información específica. La especificidad se revela irrelevante. Independientemente de lo que pretenda conseguir, un grito concita atención. Lo mismo ocurre con el grito de una gallina, molesto y creciente. Cabe suponer que algún tipo de grito actuó como precursor de todo lenguaje humano, del mismo modo que todas las lenguas humanas conocidas recurren a sonidos agudos y delicados para reconfortar a un bebé. Una gallina también usa esos sonidos agudos y delicados para reconfortar a sus crías, pero dado que las vidas de las gallinas han evolucionado hacia una separación entre hembras y polluelos, cada vez más gallinas se quedan sin aprender este lenguaje, y jamás lo han oído ni utilizado. Tarde o temprano el idioma materno de las gallinas dejará de existir, dejando al mundo igual que estaba.

Si bien no existe consenso acerca de las gallinas y las palabras, existe consenso a la hora de afirmar que las gallinas hablan exclusivamente del aquí y el ahora. Una gallina no habla de la víspera. Una gallina no habla del día de mañana. Una gallina habla del momento presente. Lo veo. Lo percibo. No hay nada más.

Por lo tanto, es razonable conjeturar que los sonidos de una gallina son limitados, dado que el aquí y el ahora reducen mucho lo que una gallina tiene que decir. Los sonidos no representan erróneamente, son como un dedo que señala una y otra vez. Las palabras no han hecho más que complicar las cosas. Mientras veía a Johnson pisotear las hostas, tocarlo todo y parlotear alternativamente, pensé que las gallinas y él podían entenderse a la perfección.»

Jackie Polzin: Gallinas