Esto que dice Mariano Sigman, neurocientífico, en una entrevista en El País me ha recordado a Carmen Martín Gaite y su excepcional ensayo “La búsqueda de interlocutor”. Ambos se refieren a la fortuna de tener una persona con la que poder hablar, “unos ojos que nos miren, pregunten o escuchen”, según Martín Gaite, esa persona que escucha con interés, que no juzga, que empatiza con nosotros. Qué curioso que Mariano Sigman diga que “no suele ser la pareja, un padre, un hijo…” sino un amigo; alguien sin vínculos familiares, que no juzgue, alguien que la vida nos ha regalado. Y su compañía es tan preciosa que mejora nuestra salud, no solo nos hace más felices, que ya es mucho, sino que saber que está ahí hace que nuestra salud sea mejor.
“La soledad es no tener con quién hablar, no tener con quién hablar de buena manera. Me parece un ejercicio buenísimo pensar si tienes esa persona con la cual puedes hablar de cualquier cosa abiertamente. No suele ser la pareja, un padre, un hijo, porque justamente con todos esos vínculos tú tienes muchas expectativas y es muy difícil evitar el juicio. Suele ser un buen amigo, esa persona con la cual puedes hablar de cualquier cosa, que te va a escuchar, con la que puedes equivocarte, puedes decir las peores cosas del mundo, todos tus demonios, alguien con quien tienes derecho a hablar en cualquier término. Eso es como un enorme paracaídas para la salud. No es una conjetura, eso es ciencia. Hay mucha ciencia que muestra que cuando tienes esa persona, el devenir de toda tu salud mental y física es mucho mejor que si no la tienes. Hay un montón de factores de la salud muy conocidos: no fumar, una vida que no sea sedentaria, evitar estrés, tener buen sueño… Hemos entendido que uno puede cultivar una buena vida, pero todavía no es tan vox populi que tener un buen espacio de conversación es una herramienta fundamental para el cuidado de la salud, no solo de la buena vida. La soledad es tóxica”.
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