El plautdietsch era un dialecto del alemán hasta que los menonitas lo adoptaron como su propio idioma, independientemente del país en el que residieran. En la actualidad el plautdietsch es hablado por unas 350.000 personas, practicantes de la religión llamada anabaptista, repartidas en diversos países de Sudamérica, Canadá y Kazakhstan.
Miriam Toews, la autora de Pequeñas desgracias sin importancia, creció en el primer asentamiento menonita de Canadá, una comunidad que llegó desde Rusia huyendo de la persecución bolchevique. Los menonitas consideran pecado beber alcohol, bailar, que las mujeres vayan a la universidad, que hablen en público o toquen el piano, entre otras muchas cosas. Miriam Toews dejo la comunidad con 18 años pero los ancianos y diáconos (el Comité Central Menonita) consideraron que no era suficiente y la expulsaron años después, aunque eso no significara ya nada para ella.
«El plautdietsch era el idioma de la pena. Los menonitas habían aprendido a callar, a apechugar con el dolor. A los padres de mi abuelo los mataron en un sembrado al lado del granero pero su hijo, el padre de mi padre, sobrevivió porque se enterró bajo una montaña de estiércol. Luego, al cabo de unos días, lo metieron en un vagón de ganado y lo llevaron junto con otros miles de menonitas a Moscú, desde donde los mandaron a todos a Canadá. Cuando nació Elf, mi abuelo se lo dijo claro a mis padres: No les enseñéis plautdietsch a vuestros hijos si queréis que sobrevivan.»
Miriam Toews: Pequeñas desgracias sin importancia
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