Cualquiera pensará, así en vísperas del día de San Valentín y con el amor en todos los escaparates, que esos «te quiero» del título van por ahí, van de amor romántico, pero no, lean, lean…

«Ni siquiera entonces parecía muy segura de ello. Quizá aún no se había convencido del todo a sí misma. Y, por supuesto, diez años más tarde, al poco de que Eiju se pirara definitivamente, mi madre recogió todas sus cosas, se subió en un avión con destino a Tokio y se fue para siempre.

Pero antes de eso, nuestro apartamento con verjas.

Cucarachas en la moqueta.

Nuestros pies por debajo de la mesa, dándonos calor.

Ma colocaba sus labios en mi lóbulo de la oreja y me susurraba mil cosas en japonés, enunciándolas en un tono la mar de ridículo hasta que yo me caía de la silla de tanto reírme, y entendiendo solo la mitad de lo que decía. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que lo que realmente me estaba diciendo, siempre lo mismo, de forma frenética e inagotable, era: ¡Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero!»

Bryan Washington: Memorial