«En un artículo de The New Yorker, John Lanchester escribe que tardó mucho en comprender a qué se referían otros catadores de vino cuando sostenía que un vino era «granuloso» (grainy). Al principio se trataba de un sabor que él pasaba por alto porque no disponía de vocabulario para describir la experiencia. Un día tuvo una revelación y entendió de pronto a qué se referían los demás. Entonces pudo compartir su experiencia sobre el aspecto granuloso de un vino con otros catadores que usaban la misma terminología. Todos podían relacionar la experiencia de la cata con el concepto.
Cuando uno entra en el seno de una subcultura y comparte una lengua común más precisa, es fácil olvidar cuál era la sensación que tenías cuando estabas fuera de ella. Vistas desde el exterior, podemos sospechar que las conversaciones ecológicas sobre aroma de rosas, petróleo, mantequilla, piel de caballo, cerezas y asfalto solo consisten en palabras vacías y esnobismo. Los que estamos fuera no podemos ver, degustar u oler las cosas sobre las que conversan los que están dentro. Desde fuera es fácil que todo nos recuerde a una escena del relato El traje nuevo del emperador. Cuando hablamos de fragancias de perfumes o aromas de vinos, hablamos de un lenguaje para iniciados con unas referencias precisas. Lo que crea confusión es que las palabras que se emplean no son nuevas, sino que son palabras comunes dotadas de un nuevo significado. Cuando se llega a entender el nuevo uso de los conceptos, se traspasa la barrera cultural.»
Long Litt Woon: La buscadora de setas
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