Hay días en los que me enamoro sin remedio. Me enamoro solo para el día, pero lo hago con mucha intensidad. Me enamoro siempre de hombres y es una pena porque con una mujer pienso yo que me entendería muy bien, pero no hay manera. Son hombres, decía, pero muy distintos entre sí, se ve que no tengo un tipo determinado.
El otro día viajaba en tren y me encandilé con un holandés que se parecía mucho a Adrian Brody. Delgado, alto, la nariz aguileña y los ojos un poco tristes. Mi viajero tenía el pelo rizado y era rubio, tirando a pelirrojo como una de sus hijas. Viajaba con su mujer y dos niñas pequeñas pero eso a mí no me importa, ellos pueden tener su vida que yo me enamoro igual. Fue un viaje de lo más entretenido. Le miraba y le miraba sin que él reparara en mí y disfrutaba enamorándome un poquito más cada momento.
Su mujer era rubia, alta como él y parecía lista y muy cariñosa con las niñas. Él también era muy cariñoso. A mí se me iban los ojos a sus manos, a su boca… pero sin más, hasta que él, distraído, besó el hombro de su mujer, ahí me inquieté porque pensé que me iba a enamorar para más de un día, que me quedaría pensando en ese beso tonto, así al albur, en un tren abarrotado, con las dos niñas encima. Ella se quedó quieta, un poco ensimismada, quizás pensando fíjate qué cosas tiene la vida, de este momento me acordaré cuando sea mayor, ajena también ella a mí, a esta señora invisible que se estaba enamorando de su marido.
Comentarios
ME ENCANTAS.
Es mutuo, macarrón.
Precioso, Gemma.
Muchas gracias, Víctor. A ver si el nuevo libro te trae por Donosti y nos conocemos ‘in person’.
Que bonito Gema!!
Jajaja, muchas gracias, Pili.
Genial Gemma.
Muchas gracias, Soco.