Tengo una herida en mitad del esternón, colocada entre las dos últimas costillas. Es una herida oscura que a veces supura y a veces no, que a veces duele y a veces no. No recuerdo cuándo me la hice ni si fui yo o fue a causa de un encontronazo con otro. En ocasiones me olvido de ella, entonces me pongo tiesa, alzo la barbilla y alcanzo a ver el cielo. Cuando supura, en cambio, me encojo un poco, se me estrechan las costillas como protegiéndola porque cuando tienes una herida todos los roces van a ella. 

Decidí consultar con un médico hace un par de meses. Me preguntó sin mirarme que de cuándo era la herida, que cómo había empezado, que si me dolía cuando iba al cine y no supe responderle. Solo recuerdo que la tengo hace mucho, le dije, desde antes de la pandemia, dije. Tiene usted que darme más datos, me contestó escribiendo en el ordenador, ¿la tenía su madre? Váyase a su casa, piense en lo que le he preguntado, hay que venir con las cosas preparadas, me recriminó, y cuando tenga la respuesta, vuelva.

Y no he vuelto porque vete a saber quién sería yo sin la herida, igual después no me hallo sin ella.