Hoy me he enamorado de mi profe de inglés, de uno de ellos. Tiene una voz grave con la que dice mi nombre despacito. Suena diferente porque, como es americano, su acento lo cambia todo. Viste camisas alegres y vistosas, como me imagino yo que llevará la gente en Miami. Tiene el pelo negro rizado y los ojos azules, de un azul sereno como de lago. Me gusta lo tranquilo que es aunque seguro que después de una semana de estar a su lado me pondría de los nervios, pero como es para un día, todo me parece bien.
Me mira con atención y quiere saber qué hago, quién soy y a qué dedico el tiempo libre. Y yo se lo cuento. Me paro cada dos por tres porque no encuentro la palabra adecuada, pero le doy una vuelta a la frase y seguimos hablando. Yo pendiente de sus ojos, él pendiente de mi pronunciación.
Me gusta la gente que deja su país y se lanza al otro lado del mundo a descubrir si sigue siendo el mismo. Me gusta escuchar sus historias, me asombra que tengan una familia más allá de un océano y que hayan sido capaces de hacerse con otra familia. Mi profe me cuenta que va a ver los partidos de la Real con el padre de su girlfriend y a mí me hace gracia pensar qué pintará este americano tranquilo en el estadio de Anoeta.
Y así poco a poco voy pensando en inglés.
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