Entender los chistes o la ironía es uno de los más grandes desafíos a la hora de dominar un idioma que no es el materno. Hay tantas referencias cruzadas en un chiste, tanta elipsis que no es fácil encontrarle el meollo, la gracia. Muchas veces un chiste hace referencia a cuestiones sociales e incluso históricas que desconocemos o que no recordamos así a botepronto. Esta cita lo explica muy bien:
«El día que Eloy me comunicó el último encargo dijo: «Composición tema… cuac». Y soltó risas sonoras. No entendí el chiste, porque era un chiste argentino. No importa cuántos años lleves en un lugar, no importa cuánto se haya modificado tu acento o tu vocabulario: si no entiendes los chistes, no hablas el idioma, no entras en código, no formas parte. Peor es la etapa siguiente, cuando entiendes los chistes por fuerza de la repetición, o por un ejercicio de deducción elemental, pero no te dan risa. En una habitación sobrepoblada de carcajadas, eres la única que traga en seco.»
Margarita García Robayo: La encomienda
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